lunes, 2 de enero de 2012

Una cuerda hecha de sábanas atadas

Ya había anochecido cuando se despertó de la siesta. No le extrañó, en aquella época del año era noche cerrada a las cinco de la tarde. Una inmensa sensación de paz la invadió al abrir los ojos y recordar vívidamente el sueño que acababa de tener. Hizo el esfuerzo de retenerlo el tiempo suficiente para que no se le olvidase antes de levantarse del sofá, pocas veces se tienen sueños tan estructurados durante una siesta. En él, Maureen Tallahan se escapaba de la residencia de ancianos dejándose caer por la ventana con una cuerda hecha de sábanas atadas. Ella misma la había ayudado a atar las sábanas cuando le contó que quería escaparse esa noche. Recordó cómo, en el sueño, la veía alejarse del aséptico edificio corriendo por el jardín como una quinceañera. Maureen se daba la vuelta antes de desaparecer en las sombras para agitar la mano por última vez, a modo de despedida. Ella había sonreído desde la ventana de la habitación.

Aquella misma mañana, justo antes de terminar su turno en la residencia, estuvieron juntas preparando un hatillo con monedas para el bingo de la tarde. A la anciana le encantaba el bingo que se celebraba los viernes en el comedor grande, donde sólo bajaba en contadas ocasiones. Escribió en su cuaderno azul de espiral la cantidad de dinero que tenía para gastar en el bingo, y ella le preguntó qué era lo que escribía todos los días en aquél cuaderno. -En realidad no me llamo Maureen,- le contestó- así me llamaban todos en la oficina porque de joven me parecía a Maureen O'Hara, pero mi nombre real es Mary-. Y tras esta confesión, le dijo que escribía las cosas que hacía cada día para que no se le olvidase escribir. Porque había sido secretaria toda la vida y tomar notas era lo único que sabía hacer. Su media sonrisa, regada por el lagrimeo que empañaba sus ojos permanentemente, hacían su rostro entrañable. Tenía la voz rota como una maestra de pueblo y los pies deformados por los juanetes que nunca se quiso operar. Era dulce, Maureen, y su anciana favorita en la residencia.

Al día siguiente, al atravesar el pasillo de la planta camino al vestuario para ponerse el pijama de cuidadora y comenzar su turno, vio a Maureen Tallahan tumbada en la cama a través de la puerta abierta de la habitación. Era muy tarde para que aún no se hubiese levantado. Temiéndose lo peor, fue a hablar con Sister Jane para confirmar sus sospechas: la anciana había sufrido un derrame después de subir del comedor grande al acabar la partida de bingo, y estaba en coma desde entonces. Una semana después, Sister Jane la llevaría a la capilla de la residencia para enseñarle lo "guapa" que habían dejado a Maureen para el funeral. Ella nunca había visto un muerto antes, pero presintió que sería el primero de muchos. Y no le pareció que la hubiesen dejado guapa. En realidad, la habían pintado como una puerta (por no decir otra cosa), con los labios de un insólito color rojo tremendamente inadecuado para una señora de 83 años. Su media melena gris y los juanetes que le deformaban los pies eran, sin embargo, los mismos. Como su nariz chata y su media sonrisa asomando a esa boca repintada de bailarina de cabaret. Quiso salir de allí cuanto antes, pero la monja la retuvo mientras murmuraba una oración. Quiso salir de allí porque aquella mujer no era su Maureen, la auténtica huyó por la ventana de su habitación una semana antes con la ayuda de una cuerda hecha de sábanas atadas. Corriendo por el jardín como una quinceañera que se giró para agitar la mano, por última vez, a modo de despedida.



6 comentarios:

  1. Siempre podemos fugarnos más allá del recuerdo. Todo un relato, todo un sentimiento.

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  2. Que bonita forma de expresar una despedida... definitiva. Si tuviera que morir en una residencia me gustaría hacerlo así: huyendo por una ventana con un atado de sábanas, ayudada por mi cuidadora favorita. Conmovedor y seguro que absolutamente real.

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  3. Os recomiendo "El arte de Volar", estupendo cómic de A.Altarriba y Kim, donde se explica al final una forma "alternativa" y definitiva de escapar de las residencias por las ventanas...

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  4. Lo tengo en la estantería esperándome hace un año Chris, prometo leerlo. Este relato es verídico y fue mucho antes del cómic, allá por el 2000... qué cosas...

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